Por José Ignacio Conde
El largo y oscuro túnel en que la pandemia de COVID-19 dejó sumido al sector aeronáutico global parece que está tocando a su fin. La gran mayoría de las flotas, que durante el peor momento del lockdown, quedaron en tierra, están ya de nuevo en vuelo o en proceso de puesta en servicio. Las perspectivas, por tanto, no pueden ser más alentadoras.

Sin embargo, la pandemia dejó mucho más que aeronaves en tierra: los problemas de liquidez que afectaron a la mayor parte de las compañías tuvo como consecuencia los temidos recortes de costes. Y, entre ellos, como es triste costumbre en estas situaciones, la salida más o menos masiva de técnicos, vía situaciones de ERE/ERTE (o equivalentes en otros países) o prejubilaciones.
Esta salida ha tenido dos consecuencias principales: Por un lado, una fuerte migración de técnicos cualificados a otros sectores, como el de la automoción, menos proclive a estos vaivenes. Este efecto ha sido especialmente relevante en países como los EEUU. Por otro, la pérdida irremediable de conocimiento que las prejubilaciones acarrean. La experiencia atesorada durante largas carreras profesionales, tan costosa para las compañías en términos de inversión, se ha esfumado en cuestión
de meses, con efectos que no se han hecho esperar, como los incrementos en los tiempos de realización de trabajos de mantenimiento, la dificultad para el diagnóstico, la resolución de averías, etc.
Estas consecuencias han llevado a sector aeronáutico, con problemas tradicionales de falta de técnicos cualificados ante sistemas cada vez más complejos y sofisticados, a una situación verdaderamente crítica en este ámbito. En concreto, análisis realizados en los últimos meses por Boeing estiman en 740.000 nuevos técnicos la necesidad del sector hasta 2038.
De hecho, las grandes aerolíneas y operadores están requiriendo de los principales centros de formación la contratación de promociones enteras de técnicos e, incluso, muchas de ellas están creando alianzas estratégicas con dichos centros o creando otros en su propia estructura.
El problema de disponibilidad de personal técnico cualificado se ve agravado por algunas de las ineficiencias crónicas del sector, como los modelos de formación del personal, basados en el entrenamiento en el trabajo y en la tutorización, muy intensivos en personal formador. O, por otra parte, la lentitud con que el sector está acogiendo los procesos de digitalización, a pesar de la sustancial aceleración post-pandemia que se está observando.
Para abordar estos problemas, hemos querido fijarnos en una tecnología que parece llamada a marcar un antes y un después: las realidades extendidas. Aquí podemos incluir todo el rango entre la realidad virtual, a través de la que se genera un entorno completamente virtual alrededor del usuario y diferente del que le rodea, y la realidad aumentada, en que el usuario sigue conectado a través de sus sentidos con su realidad física y, sobre ella, se superponen objetos virtuales. Pues bien, los últimos años han
visto una explosión de resultados en este ámbito tecnológico que han hecho que hayamos pasado, en poco más de un lustro, de promesas que rayaban la ciencia ficción a realidades aplicables a nuestro día a día. Concretamente, al día a día del trabajo en el sector aeronáutico.

Efectivamente, muchos grandes actores en el sector de las TIC (Microsoft, Google, Apple, etc.) han puesto ya en el mercado dispositivos totalmente funcionales que, con tiempos de adaptación y aprendizaje muy rápidos, vienen a cubrir muchas de las carencias y dificultades descritas hasta ahora. Por ejemplo, este tipo de dispositivos permite un rápido traspaso de conocimiento, pues la información se genera y presenta en formato visual, lo que acorta notablemente los tiempos de aprendizaje. BAE Systems, uno de los primeros usuarios, habla de reducciones de hasta un 30 % en los
tiempos de formación de su personal. A su vez, GSI va más allá, con reducciones que alcanzan el 60%. Pero, además, la propia BAE ha observado una ganancia de entre un 30 y un 40 % en la retención
de conocimientos con el empleo de realidades extendidas.
De esta forma, los mecánicos más veteranos, a través de videos y fotografías, pueden traspasar su conocimiento a los más inexpertos, con unos retornos de la inversión verdaderamente interesantes.
De hecho, uno de los estudios realizados por IDC en relación con esta nueva tecnología establece que, ya durante el primer año de uso de estas tecnologías, más del 60 % de las compañías han podido medir retornos de la inversión positivos.
Este traspaso es especialmente útil en los centros de formación, cuya actividad se ha tornado esencial para soportar las necesidades expuestas de este sector. El uso de estas tecnologías en centros como Aviation Group ha supuesto una mejora en la rapidez de captura del conocimiento, así como en la retención del aprendizaje adquirido.
De hecho, la propia Microsoft ha reconocido esa adopción como un caso de éxito en el uso de su tecnología de realidad aumentada, lo cual no es de extrañar considerando el foco que esta compañía está poniendo en el sector educativo.
No se espera que el sector aeronáutico reduzca sus requerimientos de nuevos técnicos, al menos en el próximo lustro. Por ello, cualquier tecnología que contribuya a la captura y traspaso eficiente de conocimiento y a la reducción de los tiempos de formación de los mecánicos es bienvenida. Y, evidentemente, las realidades aumentadas incorporan todas esas características.