No es ninguna novedad afirmar que el transporte aéreo cambiará drásticamente en los próximos veinte años, alentado por una nueva explosión del tráfico. Las compañías aéreas están demandando cada vez más aviones y con ellos más pilotos. En este escenario y entre las grandes transformaciones a la vista, hay una corriente que lleva ya algún tiempo rondando la aviación, y que supondrá no sólo importantes beneficios a todos los niveles -operativo, costes, seguridad-, sino también un cambio en la manera en la que hasta ahora entendíamos volar en una aeronave. No es otra que la Inteligencia Artificial (IA) a bordo.

En este sentido, aunque la IA dentro de los aviones está todavía en sus etapas más tempranas, es posible que pronto se esté preguntando por qué no ve al piloto en el cockpit. Puede que se convierta en un supervisor de control de vuelo a bordo y de sistemas de comunicaciones con tecnología de inteligencia artificial. Pero puede que incluso su «piloto» esté en tierra, vinculado a los sistemas de gestión de vuelo de su avión a través de la nube, donde la aeronave y el control del tráfico aéreo estarán en contacto permanente.
La seguridad del futuro en los cielos repletos de aeronaves requiere que la cabina sea un auténtico centro de inteligencia y conectividad. Los aviones necesitarán «enhebrar la aguja» a lo largo de su ruta entre el doble de aviones comerciales transportando tres veces más pasajeros que en la actualidad.
Por otro lado, los miles de «taxis aéreos» que presumiblemente se lanzarán al cielo sobre las ciudades, y por supuesto los RPAS operando en el mismo espacio aéreo, van a añadir nuevos retos al control del tráfico. Todo ello habrá de coordinarse con la máxima seguridad.
Es evidente que la inteligencia artificial puede ayudar a redefinir como trabajará la industria del transporte aéreo en el futuro. Según apunta André Cléroux, Avionic Functions Product Line Director de Thales, «Para empezar, a corto plazo proporcionará a los pilotos las claves para gestionar la complejidad, lo que significa garantizar la seguridad. Si los pilotos se enfrentan a diario a muchas situaciones simultáneas en las que necesitan tomar decisiones críticas (por nombrar solo algunas: desde el cambio de clima hasta incidentes con motores, equipo hidráulico, tren de aterrizaje, o incluso un pájaro golpeando el avión), con el aumento del tráfico aéreo, la menor separación entre aviones y las cargas de trabajo más pesadas, tendrán menos tiempo para reaccionar ante eventos o incidentes. La inteligencia artificial les ayudará a tomar las decisiones correctas».
Además agrega que «con el tiempo, el uso creciente de la inteligencia artificial será el catalizador para la transición a un avión autónomo, con una primera etapa de sistemas para un solo piloto»
Los aeropuertos llevan la delantera en el empleo de IA
Bajo el paraguas de la satisfacción al cliente y el ahorro de costes -de personal, principalmente-, muchas son las soluciones y aplicaciones de IA y de IoT (Internet of Things) en las que se está investigando, incluso ya utilizando.
Un análisis de SITA estima que durante los próximos cinco a diez años casi la mitad de los aeropuertos adoptarán herramientas que utilizan inteligencia artificial. Otro dato es que mientras al cierre de 2017, el 9% de los aeropuertos ya estaba empleando chatbots (un programa informático con el que es posible mantener una conversación), las previsiones indican que para finales de 2020 un 42% de los aeropuertos adoptarán servicios de bots.

La IA también se está aplicando (combinada con otras tecnologías como reconocimiento facial biométrico y blockchain) para la identificación de pasajeros y para eliminar la exigencia actual de llevar durante el viaje múltiples documentos (pasaporte, billete de avión, visado), y ello sin que los pasajeros tengan que compartir su información personal con aduanas, aerolíneas y aeropuertos. Además de para medir el tráfico y movimientos de pasajeros por las distintas áreas del aeropuerto, de manera que el sistema pueda optimizar por sí mismo la organización de las masas de personas (en las filas del control de seguridad, por ejemplo). Otra utilidad es poder ajustar la temperatura por zonas dentro de la terminal en función de la densidad de público y otras variables, entre otras aplicaciones.
IA a bordo del avión
Más allá de la mejora de la eficiencia de los procesos y la experiencia del pasajero -buscadas en los aeropuertos-, las aplicaciones de la inteligencia artificial adquieren aquí otra dimensión: optimizar la seguridad. Por supuesto, además del fundamental objetivo para ambos sectores: el ahorro de costes, lo que en cabina desembocará en el avión autónomo -sin pilotos a bordo-. Pero hasta llegar a ese nivel, la investigación en IA pasa primero por optimizar los actuales procesos automáticos en vuelo, y en segundo lugar conseguir en cabina mayor integración entre los humanos y las máquinas.
La IA fomentará la automatización de los vuelos y las operaciones
En cualquier caso, la inteligencia artificial en la cabina es el «habilitador clave» para la transición digital de la aviación. André Cléroux de Thales declara que «esto se debe al papel de la digitalización para garantizar la seguridad en aviones, cada vez más complejos y que vuelan en cielos cada vez más atestados.»
Aplicaciones de IA en aeronaves
La inteligencia artificial ayudará a que el piloto automático sea más efectivo en caso de emergencia, donde aún las personas son mejores que las máquinas. Se trata de que la IA aprenda cómo reaccionan los pilotos cuando sucede una emergencia.
También beneficiará desde a la forma en que el avión maniobra hasta su mantenimiento preventivo en la cabina. Y en tierra, el rodaje y las operaciones están ya listos para ser realizados a través de estas nuevas capacidades, aunque uno de los mayores problemas que se han encontrado se refiere a los obstáculos durante el despegue que a menudo no se registran en las bases de datos.
Pero sin lugar a duda, las aplicaciones que posibilitarán dar el gran salto, que incluso permitan llegar al avión autónomo, son en el pilotaje y la gestión del tráfico aéreo. Cléroux explica: «Asociado a la conectividad permanente de la aeronave, la inteligencia artificial en la cabina hará que esta se convierta en un centro crítico en el control del tráfico aéreo, igualmente automatizado. Es la clave para garantizar un mejor enrutamiento y una mejor gestión del tráfico aéreo». La IA ayudará en las tareas de separación entre aeronaves y en evitar colisiones, en este último caso mediante sistemas que permiten establecer procesos entre los aviones -naves que «se comuniquen» entre ellas sin la intervención de una persona- para ver cuál cambia su ruta. Serán los propios aviones los que tomen las decisiones y actúen en consecuencia.
El directivo de la multinacional remarca que «en lo que respecta a la gestión del tráfico aéreo, los sistemas estarán completamente automatizados. Esto permitirá una fusión real entre las actividades de pilotaje de la cabina y el control del tráfico aéreo para que haya un diálogo permanente entre ellos». Y apunta que «Thales está liderando el camino para esta fusión». De hecho, la compañía abarca los cuatro pilares de la transformación digital (Inteligencia Artificial, Conectividad, Ciberseguridad y Big Data Analytics) por lo que brinda soluciones en todo el espectro de viajes aéreos, desde la cabina inteligente, los sistemas de entretenimiento para pasajeros hasta la gestión del tráfico aéreo.
Pruebas y ensayos en vuelo
El año pasado 2017 fue testigo de los inicios de la IA en la cabina de pilotaje con las pruebas que BAE Systems realizó con un Jetstream 31 dotado de sistemas de IA que le permitían no solo seguir una ruta sino también modificarla de acuerdo con el tráfico aéreo que lo rodeaba de forma segura y contando siempre con la meteorología circundante, y todo ello de manera autónoma.
Esta prueba se completó tras recorrer la aeronave 800 kilómetros desde la localidad de Warton en Lancashire hasta Inverness. Durante este trayecto, la nave fue controlada por un piloto en tierra, aunque dos pilotos viajaron a bordo sin poder hacer nada sobre los controles, pero como medida de precaución.
Este vuelo de prueba formaba parte del proyecto Astraea (Autonomous Systems Technology Related Airborne Evaluation & Assessment o Evaluación y Valoración Aerotransportada Relacionada con la Tecnología de Sistemas Autónomos), que contaba con un presupuesto de unos 95 millones de dólares aportados por empresas comerciales y el gobierno británico.
En definitiva, la inteligencia artificial ya está presente e inevitablemente, junto con las otras tres tecnologías revolucionarias, transformará pronto a la industria del transporte aéreo, llevándola al siguiente nivel en el que evitar el error humano. A medida que el conocimiento y uso de la IA acelere su ritmo, es probable que lleguemos a ver aviones sin pilotos, o por lo menos que el papel de estos en el transporte de pasajeros evolucione a otro ámbito.