08-02-2022 Por: Rafael Llamas Blanco
Echando la vista atrás, concretamente hasta 1970, nos encontramos un mundo muy distinto. En cincuenta años hemos cambiado nosotros, y también lo ha hecho la forma de trabajar.
Eran años en los que apenas existía una compañía en España, Iberia. El mercado low cost ni se vislumbraba; el 747 era el rey y haber volado en Superconstellation te garantizaba un aura de fascinación sin igual. Eran los años, en suma, en que pertenecer a una compañía aérea era todo un honor y un auténtico lujo.
Las condiciones laborales de entonces distaban también mucho de las actuales. Líneas de más de 7 días, sueldos astronómicos comparados con los de hoy y muchos más días de descanso entre vuelos. Por no hablar de cuestiones intangibles pero no menos reales: una cierta distinción del pasaje, y una indudable consideración social para los miembros de la tripulación. Cualquier tripulante mayor de setenta años podría constatar que nada se parecía a lo que él vivió.
Quien se pregunte por la causa de esta merma de condiciones encontrará respuestas bastante obvias: fundamentalmente, la globalización y la popularización de los viajes aéreos, que hoy día están abiertos a personal de todas las procedencias y clientes de muy variado poder adquisitivo. Ni volar es ya un lujo, ni las aerolíneas son –como cuando eran estatales–aquel escaparate del país, que justificaba asumir determinados costes en pos de la excelencia. Hoy se trata de un negocio más; y, como tal, todo está supeditado a la obtención de beneficio.
No todo ha sido a costa de rebajar estándares. Hemos conseguido unas cotas altísimas de seguridad, que nada tienen que ver con la de aquellos 70 –en este aspecto, no tan añorados. Pero la tripulación ha dejado de estar constituida por personas para hacerlo por líneas de coste, números de nómina entre vuelo y vuelo. En un movimiento semejante al del resto de la sociedad, el ansiado parné se ha enseñoreado de todos los campos, solo apenas controlado por los pobres mínimos impuestos por los convenios colectivos, y alejándonos cada vez más de aquellos maravillosos años, que no parece vayan a volver.
Y, aunque nunca podremos volver atrás en el tiempo y rescatar aquel glamour distinguido, y aquel curioso fulgor, nos conformaríamos con que la moral y la ética volviesen a estar de moda en cuanto a derechos laborales se refiere.