Se cumplen treinta años de la explosión del Challenger

28-01-2016

Hoy se cumplen treinta años de una fatídica fecha en la exploración del espacio. Treinta años desde que la misión de la NASA STS-51-L despegara desde Cabo cañaveral para no volver jamás y ser siempre recordada. No por su éxito, sino por su fracaso, pero siempre recordada por los siete magníficos astronautas que llevaba a bordo el transbordador espacial Challenger y que fallecieron como héroes del espacio y que siempre serán recordados.

Ellison S. Onizuka, Sharon Christa McAuliffe, Greg Jarvis, y udy Resnik arriba. Michael J. Smith, Dick Scobee, y Ron McNair al frente.
Ellison S. Onizuka, Sharon Christa McAuliffe, Greg Jarvis, y Judy Resnik arriba. Michael J. Smith, Dick Scobee, y Ron McNair al frente.

La misión STS-51L partió del Centro Espacial Kennedy, desde la Plataforma de lanzamiento PAD 39B, la misma desde donde despegó el Apollo 11, pero muchos años después y con varios días de retraso conforme a la fecha inicialmente programada debido a distintos problemas, unos meteorológicos en el propio lugar de lanzamiento, otros en los lugares de retorno y otros, de los ordenadores del transbordador.

Finalmente, el 28 de Enero de 1986, a las 13:38 horas UTC, el transbordador espacial Challenger despegaba.

0.6 segundos después del despegue, las fotografías que se tomaban en cada despegue, mostraron una pequeña porción de humo gris en el cohete derecho del transbordador que mostraban  un mal sellado de las juntas de los «anillos O» del cohete. Ocho puntos más, se distinguieron de un humo ya negro entre los segundos 0.8 y 2.5 del vuelo. A medida que el transbordador aumentaba su velocidad se expandían los rastros de humo en la parte delantera del anillo.

En el segundo 37 del vuelo, el Challenger se encontró con la primera de una serie de condiciones de cizalladura del viento a gran altitud, que duraron hasta unos 64 segundos. Estas condiciones, crearon una serie de fuerzas en el vehículo que generaron grandes fluctuaciones. Estas fueron detectadas y contrarrestadas por el sistema de guiado, navegación y control de manera inmediata. El sistema de dirección (control del vector de empuje) del cohete sólido respondió a todos los comandos y efectos de la cizalladura del viento. La cizalladura del viento hizo que el sistema de dirección estuviese más activo que en cualquier otro vuelo anterior.

En el segundo 72 del vuelo, ocurrieron una serie de eventos de manera muy rápida que llevaron al desastre de la misión mientras el transbordador luchaba de manera inútil contra las fuerzas a los que estaba siendo sometido y que llevaron a la destrucción de la estructura. El pilar inferior derecho del cohete SRB derecho se partió, separándolo de la estructura y haciendo que rotase en el puntal superior del mismo.

En el segundo 73 del vuelo, se generó el fallo estructural del tanque de combustible central, que milisegundos después generó la explosión que desintegró por completo la nave, separando a los cohetes SRB de la nave que cayó al océano envuelta en llamas.

En el momento de la explosión, la nave viajaba a una velocidad de Mach 1.92 y había alcanzado una altitud de 46.000 pies.

La misión STS-51-L terminaba y comenzaba una investigación que duraría años y que llevaría a rediseñar casi por completo todo el sistema espacial de los transbordadores.

STS-51-L

Vaya desde estas líneas, nuestro recuerdo y nuestro pequeño homenaje a estos hombres y mujeres que formaron la valiente tripulación de la misión STS-51-L de la NASA.